Syriza, equidad de género y la derecha disfuncional


Ya no solo es patético, es de risa. Los comunistas griegos de Syriza no tardaron en sorprender al mundo con la más terrible de las noticias. No estamos hablando de su programa económico ni del desplome en los mercados financieros a raíz de la llegada de los rojos. Se trata de algo mucho peor: la falta de mujeres en el gabinete de gobierno. No es que esa sea una novedad. Aunque la señora Luxemburg cacareara demasiado en sus tiempos y sus viudos la reivindicaran en toda oportunidad, lo cierto es que al comunismo siempre le gustaron más las barbas y bigotes tupidos. Lo que ya se ha vuelto ridículo no es la actitud de la izquierda, sino la de esa derecha disfuncional que no se ha tardado en poner el grito en el cielo al enterarse del exceso de testosterona en los puestos de poder.

Queda clara una cosa: al conservador disfuncional le encanta ese juego que hasta entonces era reservado solo para los zurdos; se llama “yo soy más progre que tú”. Apto para los necesitados de atención y los que quieren quedar bien con la sociedad de los modernos, este juego es tan sencillo que apenas se necesita repetir una frase hecha al gusto de la izquierda. El objetivo es ver quién de los participantes es el más comprometido con la equidad, que a su vez se trata del valor más importante en el mundo. Sin embargo hay un inconveniente: este no es un juego del todo justo, porque incluso si el conservador lo gana tiene que perder. Eso, sin embargo, no es impedimento para que nuestro conservador contemporáneo siga insistiendo con la esperanza de que algún día alguien lo tome en serio.

No sorprendería que un hashtag como #SinMujeresNoHayDemocracia fuera utilizado por los guerreros de la justicia social de siempre —el empujar la equidad forzosa de género es parte de su agenda—, pero sí resulta cuando menos cómico que los anticomunistas se subieran en masa a ese barco. Alguien dirá: no seas idiota, no lo hacemos porque en realidad apoyemos las cuotas de género, nuestra intención es demostrar la hipocresía de la izquierda. Eso se entiende, pero en este juego los motivos se vuelven irrelevantes a la luz de un hecho ridículo: esa necesidad patológica de la derecha disfuncional por validar moralmente las ideas del progresismo, haciéndolas ver no solo deseables sino necesarias para la sociedad.  

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